De alguna manera, cuando corregimos o rectificamos nuestros procesos internos y éstos llegan a un punto de corrección ejemplar, desciende un regalo ‘angélico’ de lo alto.
Y así sucede en cada nueva hilera que en el sistema matemático representarían los valores de las decenas, las centenas etc. multiplicando nuestros dones y regalos en mayor proporción que la entrega de nuestros esfuerzos de purificación en cada nuevo paso del Camino.
No podemos pedir más de lo que ofrecemos. La ley de la Economía universal no permite más que el comercio justo en los planos espirituales.
Cuando decimos que no confiamos en nadie, es que nuestro principal compañero, que somos nosotros mismos, no tiene confianza suficiente en sí mismo. Así, si nosotros no somos dignos de confianza para nosotros mismos ni para los demás, no podemos creer que haya alguien diferente.
Eso nos lleva a investigar sobre lo que hacemos y a reconsiderar nuestras posturas frente a lo que hemos elegido como ‘Academia militar de élite’.
Si atravesamos el desierto con alguien hemos de poder ser confiables y poder confiar en esta persona con la que viajamos para que podamos ayudarnos cuando lo necesitemos.
Si no entramos en una Vía espiritual, nuestra vida es un sin sentido como podemos ver en todo lo que nos rodea y la manera como los humanos interpretamos nuestras vidas, sobre todo si nos hemos de refugiar en las tontas y académicas resoluciones que el sistema nos ofrece.
Pero si por fin descubrimos un Camino y reconocemos que la única experiencia posible para transitarlo es el compromiso, nos damos cuenta que hemos topado con el pánico de nuestra juventud: El pánico a comprometernos y a ser responsables y adultos.
Los compromisos en la vida espiritual son de mayor rango que los de la sociedad donde vivimos donde hay estrategias para engañar y ‘saltarse’ leyes, falsear firmas y rellenar impresos corruptos.
Los pactos y compromisos en el Plano espiritual no son simple palabrería si no auténticos Manifiestos de fuego y poder.
Comprender esto, desgraciadamente, conlleva pasar por experiencias muy dolorosas hasta que uno aprende a ser coherente con su propio fuero interno para que la secuela kármica no lo vapulee con demasiada fuerza.
La Magia existe y la Trascendencia es algo que podemos sentir y expresar en cada paso de nuestra Existencia, pero no va a producirse este regalo si nuestra alma no está orientada correctamente o si nuestros esfuerzos no están gestionados convenientemente acorde con la mirada del espíritu.
Cada vez que nuestra mirada se distrae del Camino, perdemos fuelle, impulso y estímulo. Decae nuestro entusiasmo y nuestra relación con el Propósito esencial pierde validez o consistencia. Sobreviene entonces una pulsión de autoengaño y una decadencia tensa donde somos protagonistas de un desengaño con nosotros mismos.