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Cuando nos volvemos dignos de confianza, podemos atrevernos a confiar afuera.

Lo que hay dentro de nosotros, se muestra en el Camino.




Cuando nos despertamos por la mañana nos gusta encontrar lo que esperamos que haya a nuestro alrededor. Tal vez las zapatillas, la ventana de siempre, el suelo bajo nuestros pies, nuestras manos o el espejo que refleje nuestro rostro actual, al agua de la ducha o la luz que accionamos con el interruptor, la puerta de nuestra casa o el entorno habitual con el que convivimos, etc.


Esperamos resueltamente que todo se muestre según nuestras expectativas. 


Así podemos crear cosas a partir de lo que se espera. Una mirada científica que de repente, como sucedió hace poco, se topa de frente con un enigma no esperado y tira por el suelo todas las teorías que hasta el momento eran válidas, hace que muchos se planteen si vale la pena considerar la ciencia como algo sólido.


Hoy día se hace apología de la ‘ciencia’ a todas horas. Si lo dice la ‘sagrada ciencia’ será verdad, si no, ¿Cómo es posible que pueda sostenerse cualquier otra idea?


Queremos la confiabilidad de todo lo que existe en nuestra rutina diaria, porque de lo contrario, ¿Cómo podríamos manifestar ninguna creación con esta pedante imagen de diosecillos que nos hemos confeccionado los humanos?


La naturaleza de lo que somos se manifiesta en todos los aspectos de nuestra vida. ¿Cómo podría ser de otro modo?


Entrar en el ámbito espiritual o más aún, permanecer latido a latido en el aspecto de lo trascendente requiere muchísima disciplina y sobre todo una abundante voluntad, deseo de auto indagación y confiabilidad interna.


En cada ocasión somos probados y retados al igual que en los centros militares donde se forjan verdaderos soldados de élite. A cada nuevo paso que damos, nuevos enfrentamientos tienen lugar en nuestro camino.


A menudo en la ‘New Age’ se toma a broma la práctica disciplinaria, porque se considera que esto pertenece a otros tiempos. Hoy en día todo el mundo puede hacer todo cuanto le da la gana y de la forma que considere más cómoda. Así todo es menguado, desvirtualizado, relativizado y sin fuerza alguna que lleve a nadie a su Naturaleza verdadera. 


Se cantan dos ‘OM’ y ya se dice que estamos meditando. Nos ponemos en una posición cómoda en la que nos adormecemos y creemos que ya estamos realizados como maestros y entonces nos hacemos unas fotos para las redes. 


Se canalizan santos, ángeles, extraterrestres y desencarnados de todos los planos, productos de la desbordante imaginación de estos supuestos ‘canalizadores’ o bien si así fuera, se dejan llevar por la idealizada o turbadora manifestación que en este momento se muestra y desarrollan una compleja historieta digna de las mejores películas de Hollywood. 


Actualmente hay más casos de pérdida de sentido de la vida, que cuando había circunstancias más deplorables en el entorno y la gente tenía que luchar por un mendrugo de pan. Me gustaría creer que no hace falta este requerimiento para que el ser humano vuelva a tener coherencia interna.


La Práctica de los verdaderos guerreros del espíritu requiere un enfrentamiento diario y una sólida entrega al Camino elegido.

No es fácil ingresar en un Plano nuevo. Uno tiene que atestiguar que el anterior ha sido superado y se ha convertido en un experto en las estructuras que maneja.


El Ábaco japonés o Soroban representa una idea de lo que son los mundos espirituales. 


Las bolitas oscuras de la parte inferior y de la fila de la derecha representan las unidades. 


Se han de subir de una en una hasta que la quinta es representada por una bolita de las blancas que desciende de ‘arriba’. 


Cuando ésta desciende, las otras se retiran de nuevo a la zona inferior.


Elevar algo que ‘pesa’, cuesta mucho esfuerzo, pero cuando se consigue, los procesos que se dan después son verdaderamente mágicos. Es lo que en la mística se traduce como la ‘Gracia Divina’.

De alguna manera, cuando corregimos o rectificamos nuestros procesos internos y éstos llegan a un punto de corrección ejemplar, desciende un regalo ‘angélico’ de lo alto. 


Y así sucede en cada nueva hilera que en el sistema matemático representarían los valores de las decenas, las centenas etc. multiplicando nuestros dones y regalos en mayor proporción que la entrega de nuestros esfuerzos de purificación en cada nuevo paso del Camino.


No podemos pedir más de lo que ofrecemos. La ley de la Economía universal no permite más que el comercio justo en los planos espirituales.


Cuando decimos que no confiamos en nadie, es que nuestro principal compañero, que somos nosotros mismos, no tiene confianza suficiente en sí mismo. Así, si nosotros no somos dignos de confianza para nosotros mismos ni para los demás, no podemos creer que haya alguien diferente.


Eso nos lleva a investigar sobre lo que hacemos  y a reconsiderar nuestras posturas frente a lo que hemos elegido como ‘Academia militar de élite’.


Si atravesamos el desierto con alguien hemos de poder ser confiables y poder confiar en esta persona con la que viajamos para que podamos ayudarnos cuando lo necesitemos. 


Si no entramos en una Vía espiritual, nuestra vida es un sin sentido como podemos ver en todo lo que nos rodea y la manera como los humanos interpretamos nuestras vidas, sobre todo si nos hemos de refugiar en las tontas y académicas resoluciones que el sistema nos ofrece.


Pero si por fin descubrimos un Camino y reconocemos que la única experiencia posible para transitarlo es el compromiso, nos damos cuenta que hemos topado con el pánico de nuestra juventud: El pánico a comprometernos y a ser responsables y adultos.


Los compromisos en la vida espiritual son de mayor rango que los de la sociedad donde vivimos donde hay estrategias para engañar y ‘saltarse’ leyes, falsear firmas y rellenar impresos corruptos. 


Los pactos y compromisos en el Plano espiritual no son simple palabrería si no auténticos Manifiestos de fuego y poder.


Comprender esto, desgraciadamente, conlleva pasar por experiencias muy dolorosas hasta que uno aprende a ser coherente con su propio fuero interno para que la secuela kármica no lo vapulee con demasiada fuerza.


La Magia existe y la Trascendencia es algo que podemos sentir y expresar en cada paso de nuestra Existencia, pero no va a producirse este regalo si nuestra alma no está orientada correctamente o si nuestros esfuerzos no están gestionados convenientemente acorde con la mirada del espíritu. 


Cada vez que nuestra mirada se distrae del Camino, perdemos fuelle, impulso y estímulo. Decae nuestro entusiasmo y nuestra relación con el Propósito esencial pierde validez o consistencia. Sobreviene entonces una pulsión de autoengaño y una decadencia tensa donde somos protagonistas de un desengaño con nosotros mismos.


Como hemos de poner la atención de la lucha en algún lugar, lo hacemos hacia el exterior, ya que en el interior estamos nosotros y no nos atrevemos a mirar directamente allá donde duele. Así que lo primero de lo que nos deshacemos es de aquello que creemos que no es tan importante o de lo que ha perdido importancia en nuestra vida, o sea, todo lo concerniente a nuestro compromiso de esfuerzo espiritual. 


Podemos vivir sin ello, o por lo menos eso nos dejamos creer hasta que es demasiado tarde.

Entonces nos excusamos y decimos que la Magia no existe o que la espiritualidad es un ‘cuento chino’, sólo porque nosotros nos hemos convertido en frágiles marionetas tipo ‘Pinocchio’ que no quieren ir a la Escuela si no que sólo desean hacer lo que les da la gana. 


Así, sin estrés de ningún tipo que nos marque en el Camino espiritual, caemos en el estrés más profundo de nuestras patéticas existencias: El día a día marcado por el inconsciente colectivo del que ahora no nos podemos desprender y no disponemos de herramientas para evitar su ‘causación’.


Entramos en ‘barrena’ y el pánico forma parte de nuestro deambular cotidiano, quejas, malestar y asqueamiento continuo marcan nuestro trayecto oscurecido y lleno de turbulencias astrales.


¿Acaso no tenemos suficiente poder de voluntad? 


Por supuesto que sí, siempre que estemos conectados a la Red adecuada. Solo entonces nuestros esfuerzos bien orientados, producirán el resultado esperado: el descenso de una ‘bolita blanca’ que nos aportará el bálsamo a este proceso de maduración y efervescencia al que estamos sometidos para realizar la ‘Piedra filosofal’.  


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