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El Día y la Noche de San Juan

La luz que somos. La oscuridad que nos rodea.

El símbolo que despierta la intuición. La sombra que atenaza el corazón.

Nosotros, humanos, en un día quemamos nuestro miedo y al día siguiente lo reconstruimos.

El fuego y el agua son desde la noche de los tiempos, unos de los vehículos rituales más comunes para rendir culto al Sol y a la Luz. El 23 de junio se celebra la noche de San Juan, momento para alejar a los ‘malos espíritus’, renovar nuestras vidas y atraer la buena suerte.

El nombre de este artículo es una expresión que busca representar lo que Es y lo que no Es de esta Fiesta. El Día y la Noche es tanto como indicar las muchas contradicciones que nos impiden ver las cosas con claridad y lo banal que llega a ser todo por causa de nuestra tibieza ante el Conocimiento. El título hace alusión a que cualquier punto de vista, alude a otro que lo contradice, completándolo y con el que se complementa, aún a nuestro pesar.


Para intentar comprender lo que es o no para cada uno, la ‘Fiesta de San Juan’ y lo que a nivel profano se intenta hacer con las hogueras y los fuegos artificiales en el solsticio de verano, antes, es necesario explicar algunas cosas elementales.


Partimos no sólo de diferentes puntos de vista, si no también de culturas distintas, niveles de conciencia y conocimiento muy diversos, lo cual nos lleva a cuestionarnos sobre si el propósito de los rituales o creencias es el mismo para todos.


No es mi interés el criticar las creencias de nadie ni impedir que cada cual siga su propia interpretación respecto a este tema. Sin embargo, sí es mi propósito el indagar en el significado de lo que hacemos, porqué y para qué lo hacemos. De igual modo, respetaré a quién prefiera abstenerse de hacer nada y elija ver un partido de fútbol televisado con  una cerveza en su mano mientras agita indolentemente una bengala encendida en la otra. 


Más allá de la desenfadada inercia popular a divertirse y quemar su dinero en los fuegos artificiales, me gustaría creer que aún puede haber alguien que le interesa saber qué hay más allá de las supersticiones del inconsciente colectivo.


La gente común se deja llevar por los escenarios donde pueden distraerse de los problemas cotidianos. Si en estos ambientes se mueve el fuego y el agua, la música y la diversión, el sexo y algún tipo de droga o alcohol, teniendo además el respaldo de los dioses o la magia ancestral, el éxito está asegurado por siglos.


El fuego y el agua son desde la noche de los tiempos, unos de los vehículos rituales más comunes para rendir culto al Sol y a la Luz. El 23 de junio se celebra la noche de San Juan, momento para alejar a los ‘malos espíritus’, renovar nuestras vidas y atraer la buena suerte. 

La noche más corta del año se mueve entre lo esotérico, lo supersticioso y lo místico y se remonta antiguos ritos paganos, llegando hasta nuestros días en una mezcolanza agridulce que la mayoría no sabe como digerir o interpretar ya que perdieron el sentido que la originó. 


Pero, ¿Qué es un solsticio?  


El solsticio es un término astronómico relacionado con la posición del Sol en el ecuador celeste. El nombre proviene del latín ‘solstitium’ (‘sol sistere’ o ‘sol quieto’). Durante el solsticio da la impresión de que el Sol no se mueve en el cielo, apareciendo y desapareciendo por el mismo lugar. La existencia de los solsticios, así como de los equinoccios está provocada por la inclinación del eje de la Tierra sobre el plano de su órbita.


Es la observación del Sol como astro rey, lo que ha dado lugar a las culturas y civilizaciones del planeta y es esta percepción de la Luz solar la que nos interesa en esta ocasión.


Los solsticios son aquellos momentos del año en los que el Sol alcanza su máxima posición meridional o boreal, es decir, una máxima declinación norte (+23º 27') y máxima declinación sur (-23º 27') con respecto al ecuador terrestre.


En el solsticio de verano del hemisferio Norte, el Sol alcanza el cénit al mediodía sobre el Trópico de Cáncer y en el solsticio de invierno alcanza el cénit al mediodía sobre el Trópico de Capricornio. Ocurre dos veces por año: el 20 ó 21 de junio y el 21 ó 22 de diciembre de cada año. Como todo el mundo sabe, el solsticio de verano implica también el día de mayor claridad del año y el de invierno el día en el que la noche es la más larga del año.


Esta breve introducción es necesaria para comprender lo que os deseo compartir.


Las fiestas de celebración de San Juan Bautista (Verano) y San Juan el Evangelista (Invierno), coinciden casi con las fechas de los solsticios. Una depende de la otra y viceversa.

Aunque hubo otros Juanes como Juan el Limosnero o Juan V de Alejandría y Juan Crisóstomo, Patriarca de Constantinopla llamado también Juan de Antioquía, nos remitiremos sólo a los dos mencionados anteriormente.


San Juan Bautista (24 de Junio) o simplemente san Juan, fue un predicador y asceta judío, considerado como profeta por tres religiones: el Cristianismo, el Islam y la Fe Bahá'í. Asimismo  es considerado mesías por el Mandeísmo.


Según ciertos autores, San Juan Bautista o el ‘San Juan del Verano’ representa el espíritu en expansión y comunión con todo lo creado, la fiesta de la luz y el fulgor para ‘quemar’ aquello que se ha de transmutar en abundancia, salud y amor’. Por contra, San Juan el Evangelista o ‘San Juan de Invierno’ representa el espíritu en recogimiento, buscando su interior.


Esta ‘Fiesta’ es una representación del universo, un microcosmos representativo del macrocosmos. El microcosmos que hallamos en ella, retrata el escenario simbólico de la Naturaleza. 


Es un Teatro iniciático donde el alma de cada uno, análogamente a como lo hace el Sol en su ciclo anual, debe intentar pasar de una columna a otra, ir de solsticio a solsticio, recorriendo paso a paso, a través de los ciclos del Zodiaco, las diferentes etapas y pruebas por las que pasa la evolución del alma en su aventura trascendente por este mundo.

Las columnas de entrada al Templo representan también los Trópicos de Cáncer y Capricornio, que, como hemos visto, son las claves de los solsticios.


De lo que no cabe duda es que las fiestas solsticiales tienen una profunda significación filosófica. Los solsticios representan el eterno contraste de la luz y la oscuridad, de la vida y la muerte y el eterno renacer de la creación, donde nada puede ser destruido, solo transformado a través de una alquimia trascendente y los tres estados naturales, sólido, líquido y gaseoso, en el ave fénix que siempre renace de sus cenizas.


Los solsticios representan la armonía cósmica. Año tras año, cumpliendo inexorablemente con asombrosa regularidad, sus ciclos biológicos con la naturaleza y su relación con la tierra.


Las dos Columnas de la entrada de un Templo y el solsticio de verano pueden asociarse con aquél que ve la luz por vez primera y que la recibe como un Bautismo, (San Juan Bautista o San Juan de Verano). Sin embargo, esa luz es tan fuerte que hay que disminuirla para no cegarle, y eso es justo lo que sucede desde ese momento, a partir del solsticio de verano los días se hacen cada vez más cortos y la oscuridad va ganando terreno a la luz, es como una vuelta a la Tierra, al VITRIOL.

Este concepto corresponde a un símbolo alquímico que representaba la transmutación del plomo en oro simbolizando la salida de la oscuridad hacia un estado de luz.


V.I.T.R.I.O.L. tiene siete letras en su forma abreviada o siete palabras en su forma extendida, lo que puede asociarse analógicamente con los siete puntos de energía del cuerpo humano, los siete días de la semana o con el septenario en general.


Descomponiendo  este Nombre, surge un enunciado de siete palabras: ‘Visita Interiora Terras Rectificatur Invenies Ocultum Lapidum’, “Visita el Interior de la Tierra y Rectificando Encontrarás la Piedra Oculta”. Este concepto hace referencia en principio a los antiguos misterios, en donde los candidatos eran conducidos a una pequeña y oscura estancia llamada la Cámara de Reflexión, dentro de la cual permanecían encerrados durante un período de tiempo indeterminado, antes de entrar por primera vez en el Templo, despojados de cualquier objeto de valor.

 

Esta frase es básicamente una invitación. Una Visita que representa una actitud voluntaria y es el inicio de un recorrido al Interior, palabra que propone el hecho de evidenciar más allá de lo que se encuentra visible, en el fondo de cada uno: la Tierra. 


La Tierra es donde se hallan los alimentos y los medios para realizar el viaje a la nueva vida que está por nacer, la cual habrá de limarse, quitar las impurezas y materia sobrante hasta obtener la excelencia primordial.

 

Esto sólo se logra Rectificando, mediante la voluntad y perseverancia, para Encontrar así, la Piedra Oculta o la Piedra cúbica, simbolizando que lo buscado no está a los ojos de todo el mundo, sino que sólo estará presente para quienes se han preparado para ello.

   

V.I.T.R.I.O.L. es así, una actitud ante la existencia en la que se logra una armonía y consonancia con el ser y a través de ella,  reformamos las debilidades y acrecentamos las fortalezas espirituales con un trabajo de introspección.

 

El solsticio de invierno (San Juan el Evangelista o ‘San Juan de invierno’) sería asociado entonces, a aquellos que tras bajar a ese VITRIOL vuelven surgir con una nueva luz que crece poco a poco. Igual que en la propia naturaleza donde los días comienzan a alargarse y la luz empieza a vencer a la oscuridad. Es el Camino que poco a poco va recibiendo la luz necesaria hasta ser reconocido como Maestría dentro de cada uno de nosotros.

Se dice que hay Portales dimensionales o vórtices de energía en diferentes partes del globo, pero muchas veces están o se vuelven inactivos. 


Cuando hay un solsticio o un eclipse, estos Portales pueden activarse. Según la creencia popular nos permitiría, esta noche del 23 de Junio, averiguar nuestro futuro y cambiar nuestra suerte.


Un Portal es o puede ser un flujo de energías de todo tipo. La afinidad vibratoria con estas entidades o energías nos permitirá un diálogo, más elevado o más bajo, denso u oscuro. 


Una vez se abre una Puerta, aunque se cierre, todo cuanto había al otro lado se ha hecho manifiesto en tu mente y eres afectado por ello.


Energéticamente, todo lo que se halla al otro lado del Portal, aunque no cruce, si toma diálogo contigo, existe vínculo y por tanto algún tipo de relación, muy difícil de erradicar si así se deseara.

 Muchas personas realizan ritos supersticiosos para endulzar la mala racha y obtener buenos auspicios. ¿No es curioso que después de miles de años sigamos teniendo las mismas pulsiones que las civilizaciones antiguas? Tal vez nuestros antepasados no eran tan diferentes a nosotros, después de todo, ¿no?


La hoguera como símbolo purificador en muchas culturas, tiene que saltarse por encima un número impar de veces para que se realicen sus deseos y alejar los aspectos negativos (demonios, maleficios o embrujos) de sus vidas. Seguramente muy pocos podrán decir el porqué, ni les importa. Si los demás lo hacen, ellos también. Tal vez funcione o no.


Algunas prácticas que se realizan en esta noche son parecidas a éstas: Los fuegos artificiales para espantar los malos espíritus o simplemente por diversión o gamberrismo. Echar al fuego papeles blancos escritos con aquellas cosas que queramos erradicar de nuestra vida. Interpretar manchas de tinta para averiguar el futuro a las doce de la noche. Poner agua en un recipiente de vidrio para que la luna le afecte y a la mañana siguiente bañar y limpiar el rostro y la cabeza con esta agua para obtener suerte, belleza y salud todo el año. Las mujeres que deseen mayor fertilidad, esta noche pueden sortear nueve olas en la playa o incluso averiguar el nombre del posible amante por medio de la cera de las velas.

En la noche de San Juan se dice que florece la higuera y tomar esta flor a las doce de la noche, repercute en prosperidad para la persona, sin embargo también se comenta que en este momento hay muchas entidades malignas a su alrededor para impedir que puedas hacerlo. 


La Verbena o ‘hierba de San Juan’ por medio de baños o duchas, hirviéndola en agua, (no se tira encima de la piel, hirviendo ¿eh?), serviría para cambiar nuestra energía y mejorar nuestros estados de ánimo o atraer el amor a nuestra vida.

¿Acaso hay mejor repertorio de posibilidades para pasar la noche en cuestión?


Veamos qué más podemos hacer además de jugar al mus o quejarse de lo cara que está la vida.


En la India hay dos conceptos interesantes asociados a estos solsticios. 

Uno es el sendero solar, divino o Devayana y el otro es el sendero lunar, de los Pitris, Pitriyana.

El maestro K. Parvathi Kumar nos indica que ambos están regidos por Venus.


En los textos sagrados, los Vedas, se nos dice que somos chispas de luz provenientes de la Fuente de Luz. Devayana es el sendero solar hacia la luz y Pitriyana el sendero lunar hacia la Tierra. De estos conceptos surge la guerra del Mahabharata entre los Hijos de la Oscuridad y los de la Luz. Los Asuras y los Suras 


Pitriyana en sánscrito, es uno de los nombres que se da a la Puerta que abre el solsticio de verano. Es decir, el solsticio de verano posibilita una entrada y salida a la caverna cósmica de la existencia. La caverna cósmica es el lugar de manifestación del ser donde referenciamos nuestras vidas a través de múltiples experiencias de vida. Cada ciclo es un grado de existencia, pero ningún ser puede pasar dos veces por el mismo estado. 


Dentro de la celebración ritual del solsticio de verano, en su propio ciclo vital individual, cada uno realiza su íntimo solsticio estival, la caverna cósmica donde recibirá la luz. En estos rituales íntimos y personales nos acogemos a símbolos que vibran con frecuencias muy bajas o con símbolos de otras realidades de orden superior. 


No sólo es participar en una colectiva embriaguez somnolienta, sino ser activo en el ritual elegido con plena conciencia del simbolismo implícito en él. Sólo esa comprensión permitirá la identificación con el rito y realizar la sinergia con la vibración buscada. 


El signo de Cáncer es el regente del signo estival. Es significativo observar como éste, simboliza las aguas y el arca que flota sobre ellas, en su interior se ubicarán las semillas o gérmenes cuyo desarrollo posibilitará el ciclo siguiente.


Esas semillas, desde el punto de vista espiritual, son la revelación potencial para remitirnos al mundo de los dioses, la Luz que somos.


La evidente alusión a los solsticios queda reflejada también en el nuevo Testamento cuando podemos leer las palabras de Juan el Bautista (Juan 3:30): …’Es necesario que Él, o sea Cristo, crezca y que yo disminuya.’… Así el solsticio estival alcanza su punto cumbre y a partir de él, la luz decrece, mientras que en el solsticio de invierno relacionado con el nacimiento del Cristo, es también el nacimiento de la Luz y los días empiezan a ser más largos respecto a la luz diurna.


Esta celebración solar, la noche de San Juan, es una fiesta que se remonta al Inti Raymi o Fiesta del Sol en Quechua, que los incas festejaban durante quince días con danzas, ceremonias y sacrificios. Tuvo su aparición hacia 1430 con el indio Pachakutec congregando hasta 50000 personas llegadas desde todos los puntos del imperio. Otros, como el Alban Heruin de los Druidas, consistía en encender piras para así, obtener la bendición de las cosechas. Igualmente el agua era un símbolo recurrente en este festival, ya que tenía poderes curativos, trayendo juventud y belleza, significando fuente de fertilidad.


En el Norte de África, países como Marruecos y Argelia, celebran desde hace siglos, la festividad de la Ansara. Los bereberes se reunían en las plazas de los pueblos y purificaban con el humo, cosechas, casas y objetos de valor.


En época romana durante esta noche se conmemoraba el matrimonio de los dioses Júpiter y Juno. Siendo un mes ideal para los matrimonios y la fecundidad. La tradición demandaba estar toda la noche despiertos e iluminar las casas con antorchas. Una costumbre era saltar tres veces sobre las brasas.

Con la llegada del Cristianismo, muchos de estos rituales paganos se adaptaron a las enseñanzas bíblicas: Zacarías recibió en sueños al Arcángel San Gabriel anunciándole su futura paternidad, pero convencido de que su mujer no podía engendrar, no le creyó. 


Dios le castigó su incredulidad dejándole mudo hasta que milagrosamente recuperó el habla al nacer su hijo: Juan el Bautista. 


En agradecimiento, Zacarías encendió una hoguera y para purificarse, saltó sobre ella, instaurando esta práctica que hoy se hace en la noche de San Juan, en muchas partes del mundo.


Fuego y Agua. El baño ritual para purificarse y el paso por las brasas o el salto de la hoguera, igualmente como símbolo de purificación. 


Fuego que eleva las plegarias de los fieles y las demandas de los creyentes a los dioses y Agua para limpiar la suciedad de sus mentes, sus palabras contradictorias y sus actos horribles.


Tanta agua derramada y tanto fuego devastador para que la humanidad siga realizando las mismas sandeces día tras día repitiendo las mismas incongruencias sin cambiar su corazón.


A pesar de todo, el Sol, inmutable, sigue su viaje y también nuestro planeta, ofreciéndonos una nueva posibilidad y un nuevo comienzo. 


Honremos su viaje y honremos el nuestro. Que nuestro corazón resplandezca la Luz que somos.

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