En este mundo tan complejo es difícil discernir sobre la verdad o la mentira a simple vista y es por eso que todos tenemos algo de la verdad y nos contagiamos diferentes planteamientos de la misma, distorsionándola a nuestro gusto y creando mentiras que nos confunden y encadenan más, en lugar de liberarnos.
Es un reto en los tiempos actuales descifrar la luz que circula entre las diferentes corrientes de ‘pensamiento’ y puesto que hay tantas, la mayoría de los ‘buscadores ‘ que se tratan de aclarar en los conceptos, desisten, porque son utilizados con significados muchas veces contradictorios o equivocados.
Por eso, el que trata de realizarse honestamente en un Camino para descubrirse, porque ya ha llegado su momento de despertar, encuentra muchos escollos y realmente hemos de acordar que este proceso, quien lo inicia y es perseverante en su tarea, es una verdadera heroicidad.
La sencillez de ser un humano consciente de sí mismo no es el objetivo educacional de la sociedad. Se nos educa para ser ‘alguien’ el día de mañana y si no, se nos dice que no somos ‘triunfadores’. Se nos educa en unas formas de pensamiento sujetas a un colectivo y no sabemos discernir al cabo del tiempo, si somos nosotros los que decidimos algo o si son los programas instalados en nosotros que finalmente toman la resolución de nuestro reaccionar cotidiano.
He dicho reaccionar, porque al no ser una acción consciente, la respuesta surge de la hipnótica sobredosis que el sistema ha depositado en nuestro subconsciente de manera cruel y subliminal, en un goteo continuo de falsas interpretaciones acerca de cada uno de nosotros y nuestra relación con el mundo.
Es el pensamiento colectivo lo que habla por nosotros mientras nuestro pensamiento semilla no ha despertado a partir de la conciencia propia. Si nosotros no manejamos las energías, mientras no seamos conscientes de ellas, éstas nos manejan a a nosotros.
Mientras no somos conscientes de nuestra personalidad, nos confundimos en los espejismos de tantos matices que hay a nuestro alrededor y los usurpamos para protegernos de los juicios de los demás.
Así nos podemos encontrar en expresiones tales como: ‘No era yo, cuando dije o hice esto o aquello’. ‘¡En nuestra familia siempre se ha hecho así y tú harás lo mismo!’. ‘¡Voy a defender los colores de esta camiseta hasta la muerte!’.
Desde pequeños, tenemos estereotipos que idealizamos. Desde nuestros padres a artistas ‘famosos’, de personajes de la historia al vecino o profesor que admiramos por algún motivo.
Todos pueden ser ‘modelos’ para nosotros. Y así como todos pueden dejar huella en nuestra tierna y esponjosa niñez o adolescencia, recibimos impactos tanto de carácter positivo como negativo. Las diferentes heridas que recibimos de nuestro entorno inmediato provocan múltiples engramas en nosotros.
Los engramas son las impresiones que un acontecimiento deja en la memoria celular de nuestro organismo cristalizadas en emociones que pueden brotar al más pequeño contacto de este paquete de información instalado en nuestra psique y también en nuestro cuerpo físico.
Son como bombas de relojería a punto de estallar y el detonante puede ser una palabra, un gesto, una situación determinada que la asociemos al momento que se instaló este dolor en nosotros.
Cada uno de nosotros es un universo desconocido hasta que empezamos a descubrir todo eso que no somos y que está impreso en nuestro vehículo físico, expresándose en gestos, posturas, maneras de hablar y de relacionarnos, así como tensiones o debilidades de nuestro cuerpo y mente que no sabemos su causa.
Cuando sentimos estas reverberaciones de malestar en nosotros, acudimos al médico o psicólogo de turno y si no acertamos en la elección, en lugar de desatar el engrama, sólo taponan el síntoma con pastillas que cronifican el proceso y no lo sanan.
Al llegar a la etapa adulta, estamos tan castigados por los embates a los que hemos estado sometidos, que todo nuestro ser se halla conmocionado en espasmos reactivos y defensivos ante cualquier insinuación que creamos que atenta contra nosotros.
Hemos perdido la capacidad de expresarnos adecuadamente y como no hemos sido educados en imprimir algo en nosotros conscientemente, tampoco muchos de nosotros sabemos expresar nuestras emociones ni relacionarnos con la conciencia que se requiere.
Imprimimos los contenidos según hemos sido instruidos sobre que esto o aquello es lo que se ha de imprimir. Nos creemos libres hasta que algo a lo largo de nuestra vida nos demuestra nuestra falta de libertad interior.
A los hombres se les educa para no expresar sentimientos y no está bien visto que un hombre llore en determinados círculos sociales. Una mujer está sometida a determinadas ‘obligaciones’ y todos estamos instruidos en el miedo, el orgullo y en la ira.
Nuestro rol social y familiar es poderoso. Todos tenemos reminiscencias de estos poderosos encasilladores. A veces nos rebelamos contra ellos y lo que queda en nosotros, sólo es un ataque de rebeldía frente a lo que nos han inculcado, pero no, una auténtica libertad de criterio. Así podemos ver ‘tribus urbanas’ o colectivos determinados con características propias e ideologías que muestran sólo un rechazo de lo que existe a su alrededor.
Tal vez a nivel social es necesario e incluso diría que es lógico que existan, pero sigue mostrándose sólo una reacción.
El adolescente que pretende desapegarse del control paterno, vive en una pulsión constante de contradecir todo lo que está establecido.
Así fundamenta su nueva personalidad y construye su realidad a base de decir a los demás lo que no es, lo que no quiere ser y lo que no desea que nada sea. La frase natural que pulsa en su interior para expresar quién es, se define como: ‘Tú no ERES.’
Al negar a los demás, se niega también a sí mismo y eso le produce un gran dolor, porque en esta negación no afirma nada realmente. Intuye su verdad, pero no la sabe descifrar y ¿qué es lo que hace con el tiempo? Acuña las verdades que hay a su alrededor en un complejo ecosistema relleno de media verdades y cómodas mentiras.
Así llegamos muchas veces a la ‘madurez’, siendo aún adolescentes de mente, negando a los demás y negando aquello que somos en verdad.
Nos sujetamos a estilos de peinado, prendas de vestir, formas de hablar y comportamientos que se vuelven un hábito cotidiano.
Pertenecemos a una familia, una cultura, un sistema de creencias y a un tiempo. Sólo por un instante imagina tu vida en un país totalmente distinto al que vives. En una familia totalmente diferente, con unos medios o unas circunstancia totalmente contrarias a las que estás viviendo ahora.
Visualízate en un tiempo pretérito o futuro, siendo más joven o más anciano, siendo una persona del otro género. Sólo por un momento trata de imaginar quién serías si todo esto fuera diferente.
¿Tu comportamiento sería el mismo? ¿Tu existencia la comprenderías de la misma forma?